Es la democracia, estúpido

Por Darío Zarco |

Los expertos en histeria coquista sabemos perfectamente cuando tocás fondo: tocaste fondo. La voz aflautada al responder lo que se te canta como si la pregunta fuera innecesaria, pasando por discursear desde el púlpito en tono “que la sigan chupando”, hasta vomitar insultos de todo tipo espasmódicamente, son apenas algunos síntomas.

Tu ego, mucho más grande que vos, se te paró adelante y te tapa el momento en que dejaste de batir récords de triunfos para empezar a contar derrotas. Ya perdiste 5 al hilo, y vas por más. Necesitás una Gran Zanardi para dejar el ego atrás, pero que todavía no te da la máquina, ni la muñeca.

Después de perder la gobernación frente a Leandro Zdero en la primera vuelta de 2023, tus compañeros te pidieron autocrítica. Según Wikipedia, “autocrítica es un examen crítico de los comportamientos y obras propios.​ Puede producirse durante una reflexión personal o una discusión en grupo, pero también en juicios y disculpas públicas”; guglealo.

Querían que des la cara pero desapareciste un año y volviste para endosarle tu derrota a los que despreciaste y fueron por afuera. Y volviste a desaparecer.

Después te pidieron internas, pero otra vez entendiste al revés: escondiste las urnas hasta nuevo aviso mientras acusabas al Gobernador de antidemocrático por interrumpir tus vacaciones en Europa llamando a una elección común y corriente, y sin tu permiso.

Volviste con la birome que te quedó de aquel poder. La lógica decía que si no les diste internas para que se ganen un cargo, no ibas a regalárselo. Y así fue. Pero la torta gigante de otros tiempos se te volvió un cupcake y apenas alcanzó para vos.

Y otra vez: los que despreciaste fueron por afuera. Pusieron en marcha el Plan B, C, D, E, F, G, cualquier cosa que los diferencie de “los mismos de siempre”, y aunque eso los incluye, la gente supo perfectamente de quién hablaban.

No es lo que parece

No volviste por los chaqueños sino por un chaqueño: vos. Por la revancha. Sólo ganar te servía. Festejar te catapultaría directamente al 2027. Pero perdiste y hay que bajar y dar de nuevo.

Tu plan nació muerto. Nadie creía en un triunfo, ni vos. El “Estamos ganando” jamás funcionó y hoy tampoco. Proclamar una victoria aplastante el domingo a las 8 y 10 horas después admitir la derrota como si nada hubiera pasado, se volvió un déjà vu.

Prometiste ponerle freno a Milei y Zdero pero al final te paraste en el pedal para frenar a Pepe y Magda, que venían achicando la diferencia. A ojo de buen cubero, creías que en el peor de los casos te recortarían una banca, pero te recortaron una para cada uno.

Los tachaste de “cómplices de Zdero” para ofrecérselos al electorado independiente que por descarte podría inclinarse hacia el oficialismo. Les hiciste el trabajo pesado, y a ellos sólo les quedó trasplantar el anticoquismo de la vereda al patio del PJ.

Sintetizando: por frenar a Zdero chocaste la interna. Y terminaste en un vale todo con tu sombra, llorando para que nadie te acuse de ser lo que sos.

Mejor, tarifazo

Tu campaña montada en el “tarifazo” desensilló rápidamente. El General dijo que “la víscera más sensible es el bolsillo”, pero a la luz de los resultados, parece que la mayoría prefiere pagar cualquier cosa antes que verte la cara.

Otro chorro que measte fuera del tarro fue arrogarte: “Todo lo hicimos nosotros”. Ya es un clásico, lo repetís campaña tras campaña desde la primera vez que hiciste algo. Entendés que la gente te debe gratitud y votos por hacer algo que nadie te mandó. La esperanza es lo último que se pierde, pero suena improbable que un cantinela cada vez más desentonada se vuelva un hitazo inexplicable.

Haz lo que yo digo…

Mandaste a los fiscales a plantarse en las mesas hasta el final, porque si se movían podías perder. Pero apenas apareció el primer número reconociste otra derrota y, una vez más, te borraste.

“Hay 2 escenarios posibles: 8-7-1 o 9-6-1”, te jugaste. Furtiva, no viste venir la banca de Magda. Mirando el escrutinio se ve clarito que consiguieron el doble de los votos que esperabas. No les diste la interna y te esperaron afuera; en cualquier barrio es así. Te falta calle.

4 días después reapareciste pidiendo un punto de visitante. “Fue empate: 8 = 6 + 2”, atribuyéndote los 2 diputados de Primero Chaco, o del peronismo no coquista, un cálculo que ya iba y venía en las redes, a la deriva en un mar de lamentos.

Reciclaste la derrota como un empate en la general y un triunfo en la interna: “fue 75-25”, decretaste. Sin querer admitiste que sacaron minoría y ahora tenés que armar las listas 2-1. Encima, tenés que compartir la mayoría con Gustavo, la otra mitad del “peronismo unido”. Al final la minoría sos vos. Eso, siempre y cuando no encuentres otra puerta para cerrar.

La suma que resta

Según tus cálculos del sistema D’Hondt, Chaco Merece Más + Primero Chaco, te da un triunfo 9-7. Error. Ni sumando el Nuevo Espacio Chaqueño Independiente, de Bergia, otro de tus desalojados, podés llegar al noveno, porque necesitás un cociente de 29.366 votos, y estás 3 mil abajo.

Dejalo así, porque vamos a creer que además de ser mal perdedor no sabés contar. La unidad, la interna, la derrota, el empate, el triunfo… son demasiados fantasmas debajo de la misma sábana cada vez más corta.

Al margen de la aritmética, la suma del peronismo unido y triunfal es contrafáctica, ya que, como les gusta decir a los políticos, “la interna dinamiza”. Entonces, si a la unidad le restamos la dinámica del domingo, según la tradición, los números hubieran sido otros.

El ex gran elector

En el terreno hipotético hay que plantear también qué hubiera pasado si el mismo Zdero encabezaba la lista de Chaco Puede. Eso sí hubiera sido una revancha: los 2 cabezones, los 2 testimoniales…

La foto del “gran elector” arrastra la boleta de cualquier partido. Pero es un engaño, y por eso sólo se admiten fotos de los candidatos. Esa fue la excusa de tu asistencia perfecta en todas las elecciones nacionales y provinciales desde 2007 con candidaturas falsas.

Ahora te toca una rectificación y cambio de aros si querés volver a ser un tractor digno, antes de convertirte definitivamente en lastre.