Un culo común y corriente

Capitanich apenas aguantó 10 días sin dar un disrucso épico.

Por Darío Zarco |

Malacostumbrado a la poltrona mullida del poder, Capitanich se creyó dueño de un culo intocable. Pero un día, de un momento a otro, pasó de arrogarse “L’État, c’est moi” a agradecerle humildemente al pueblo “la lección de las urnas”.

Aunque son incapaces de decirle “pío” en la cara, en su entorno más estrecho sus adulones aseguran que su soberbia es preexistente a la torta de poder que amasó tantos años. La que forrajeaba entre las vacas gordas electorales.

Decretó que todo lo bueno es gracias a él y lo malo es culpa de los otros, y fue más allá: “Todo lo hicimos nosotros, los otros no hicieron nada”, “Mientras ellos duermen la siesta nosotros trabajamos”, “Soy el primer trabajador” y “Zdero es ñoqui”, entre otras versiones de su convicción de que nadie podría llegarle a los talones.

Entonces: ¿Por qué al mejor gobernador de todos los tiempos se le va adentro una elección que semejante jugadorazo podría sacar de taco? Respuesta: él no es tan bueno o el otro no es tan malo o directamente es mejor. De acuerdo a su lógica, los 2 extremos no pueden ser verdaderos.

Pero hay una explicación más sencilla:

Chaco es imbatible campeón de la pobreza, un pozo sin fondo en el que antes caían los desdichados pero ahora cae gente con recibo de sueldo en mano, hasta empleados públicos a los que no abaraja ni la red de subsidios de la tarjeta Tuya del NBCH.

Más del 60% de los chaqueños no llega a fin de mes, y el 20% directamente no tiene para comer. Pero para Capitanich el problema de Chaco no es la pobreza, sino el Indec.

La crisis educativa tampoco se puede disimular. No se puede ni mirar a los chicos de la primaria cuando los egresados de la secundaria no comprenden lo que leen y muchos ni leen. El último puesto de las pruebas Aprender, en todos los niveles, es nuestro.

Eliminó la repitencia, las calificaciones, la asistencia, las amonestaciones y hasta los contenidos, para que a nadie le vaya mal en la escuela. Su talento para el dibujo estadístico convirtió la educación en un mamarracho cada vez más difícil de emprolijar.

Recién después de perder las elecciones primarias de junio admitió que la inseguridad era una “materia pendiente” de su gestión. Recita récord de inversión pero disolvió la Escuela de Policía y en su tercer mandato no hubo ingresos y los patrulleros no tienen cubiertas.

A modo de campaña proselitista lanzó el enésimo “Plan de Seguridad”: operativos “saturación” que consiste en encerrar a todos los policías y patrulleros en un barrio, convirtiendo el resto de la ciudad en una zona liberada a merced de la delincuencia.

Pero la ineficiencia no es primicia.

Apenas llevaba 6 meses de gestión cuando admitió que los funcionarios de su gabinete no estaban a la altura de las circunstancias, por su juventud e inexperiencia. Paradójicamente, 2 aspectos que presentó como virtudes el día que los designó.

2 de sus ministros encabezaron la lista de candidatos a diputados que perdió las elecciones. Pero incluso esta lista de funcionarios jóvenes e inexpertos que no funcionan consiguió más votos que él, el más experimentado y eficiente.

Los funcionarios que no estaban a la altura de las circunstancias siguen estando, lo que significa que él tampoco está.

Este sábado reapareció para presentar el Presupuesto 2024, otro recital otra vez colmado de épica.

Elogió su gestión de principio a fin. Y deseó que su sucesor tenga la aptitud necesaria para conservar al menos alguno de los tantos indicadores positivos de su herencia, algo que debería resultarle sencillo teniéndolo a él como ejemplo.

Entre otros éxitos, mencionó a Secheep. Llamó “plan de desendeudamiento” a la cesación de pagos a Cammesa, desde los vencimientos de la refinanciación acordada por el gobierno anterior hasta las boletas del suyo, generando una deuda impagable que simplemente pateó para adelante.

No escatimó blablablá.

En menos de 2 semanas olvidó la lección de las urnas. No aprendió nada.

Le cuesta creer que el caballo de los últimos 16 años lo dejó a pie, y que tiene un culo como cualquier otro: común y corriente.