Por Darío Zarco |
El Gobierno tiene la obligación de difundir sus actos. Pero los gobernadores interpretaron este deber institucional como una prerrogativa personal y destinaron todos recursos públicos posibles a ensalzar de arriba a abajo su figura.
Con 2 períodos consecutivos en la Casa de Gobierno, otros 4 años parado en la puerta y su vuelta al poder por otro mandado, el peronista Jorge Capitanich tuvo tiempo de sobra para exprimirle hasta la última gota al esquema que, nobleza obliga, fue casi un invento del radical Ángel Rozas.
Primero la creación de Chaco TV, después la adopción de la arruinada Radio Chaco, y finalmente el invento de la Agencia Foco, más Radio Gobernación y cosas así, conformaron una trama exclusiva y estrictamente a su servicio bajo la identidad falsa de “medios públicos”.
Mientras, afuera un corso de medios privados: comparsas, murgas, máscaras sueltas, se meneaba al son de la pauta pública que sonaba de manera directamente proporcional al movimiento de sus caderas.
Todos, públicos y privados, abrevando sin protesto de la comunicación oficial, como si no hubiera otra cosa.
El gobernador era tema central en los medios oficiales y oficialistas. Sus discursos se transmitían en vivo de pe a pa, después eran presentados como noticia bomba en los informativos y también usados como relleno de baches de programación. Esto, obviamente, incluía todas las actividades y actos de campaña proselitista.
Su sucesor Leandro Zdero amagó ponerle punto final a este abuso, pero apenas metió la primera coma.
En su plan de ajuste, antes de volverla leandrista, cerró la coquista Agencia Foco a la que calificó como un gasto innecesario, un derroche, una herramienta más de la propaganda del gobierno anterior que había que desterrar.
Y con lo que quedó armó “Somos Uno”, con los colores de su Franja Morada natal. Somos Uno, como la canción de Axel, alguna prepaga o el multimedios de Daniel Vila, entre otros homónimos. Es decir que la crisis presupuestaria también se llevó el “Chaco”, que en definitiva es lo que verdadera y orgullosamente somos, o deberíamos ser.
Como su nombre implica, el “multimedio” busca atrapar con el mallón de las coproducciones a periodistas y medios privados, un esfuerzo innecesario, teniendo en cuenta que tarde o temprano la gran mayoría terminará domesticada.
A la hora del lanzamiento el mismo Zdero portó el estandarte de la “comunicación democrática, pluralidad de ideas, todas las voces, objetividad, libertad de expresión, …”.
Pero, tras cartón, el bautismo fue del manual de Coqui: Zdero otra vez, entrevistado por periodistas de varios medios con muy buen pie, bajo una lluvia de centros globito que metió, uno por uno, tema por tema, hasta completar el discurso que dio en la Legislatura 2 días antes. Un partido en diferido.
Las dudas del discurso se disiparon rápidamente: la nueva parafernalia es la vieja de siempre.
La programación del primer día hizo foco en el gobernador dando discursos en planos contrapicados, y algunos funcionarios hablando de él mientras se tomaba fotos. Pero ni un mu chiquitito del otro tema del día: el paro docente de 48 horas.
Resumido: Zdero cambió nombres y logos y ocupó la vacante que dejó Capitanich en la programación de los medios públicos.
El flamante mejunje es “otra vez sopa”. O, dicho más popularmente: “La misma mierda, con distinto olor”.