Por Darío Zarco |
La mesa política está servida. El Frente Chaqueño de Jorge Capitanich hizo campaña tachando de “ñoqui” a Leandro Zdero, imputándole falta de contracción al trabajo, enrostrándole sus inasistencias a las sesiones legislativas.
Ahora el cuestionado exdiputado radical da discursos como gobernador del Chaco en la Legislatura.
En la apertura del período de sesiones ordinarias les vació en la cara una olla de sospechas y hasta denuncias de corrupción en todos los ámbitos de la administración pública, acumulada a lo largo delos últimos 16 años de gobierno peronista.
Además de corrupción, repitió “desidia”, “desmanejo”, “descontrol”, “nepotismo”, “amiguismo”, otros ismos, etcétera.
Los diputados opositores ni se mosquearon. Ni Santiago Pérez Pons, que encabezó la última lista y que por su rol de superministro de Planificación, Economía e Infraestructura, se convirtió en blanco natural de su informe.
La falta de concursos y hasta de tizas, y las escuelas en ruinas en Educación; el virtual cierre de la Escuela de Policía y la no incorporación de agentes en Seguridad; y el personal en negro, y la falta de insumos y medicamentos en Salud, fueron algunos de los fusibles detonados dialécticamente por el gobernador.
Para él, la gestión de Capitanich amasó una torta que repartió casi exclusivamente entre sus amigos. Por eso, al llegar encontró una caja esmirriada con apenas 1.360 millones de pesos, un vuelto que no alcanzaba para pagar ni el 1 por ciento de los vencimientos inmediatos. Y además se le venía encima la bola de nieve de 310 mil millones de pesos que Secheep le debe a Cammesa.
De paso, sacó a la luz, aunque de soslayo, el corrillo de que los proveedores preferidos del Gobierno y el exgobernador eran más que amigos. Tan sería así que eran los únicos que cobraban al día y la última semana se llevaron hasta los 10 mil millones de la compensación por la eliminación parcial de Ganancias en el sprint electoral final de Sergio Massa.
Según dijo, mientas algunos disfrutaban de esta fiesta privada con música al taco, el grueso silencioso de los chaqueños hacía equilibrio entre la indigencia y la pobreza.
Para poner blanco sobre negro, anunció que medirá de una manera más amplia índices, que abarcará toda la provincia y no solamente en el área metropolitana, como el Indec; y que relevará otros aspectos además del nivel de ingresos, el parámetro considerado por el Observatorio Social de la UCA.
Con una inflación encima de 20 puntos y la pérdida constante del poder adquisitivo amplificadas por saltos devaluatorios olímpicos, no es necesario medir tanto: Ya lo intentó Capitanich en condiciones menos dramáticas que las actuales y jamás pudo mostrar un número digno de la exitosa gestión que se arrogaba.
Zdero y sus funcionarios deberían mechar el placer de denunciar la pesada herencia con el deber de enrular el resorte que amortigüe el impacto de la crisis económica que le saca a cachetadas la comida de la boca a los chaqueños.
El hambre no espera. Y las estadísticas demoran y no se comen.
Pero no se explayó sobre el tema, que transgrede los límites de la tarjeta Tuya de los empleados públicos que tienen sueldo asegurado y cláusula gatillo.
Mientras, la realidad gatilla permanentemente entre ceja y ceja al 70% de nuestra provincia, Miss Pobreza por unanimidad, en una especie de ruleta rusa que, a este ritmo, más temprano que tarde, fusilará a todos.
Dejó en claro que la gestión de Capitanich nos volvió más pobres de lo que ya éramos. Quizás por eso la mayoría lo votó para cambiar el rumbo; obviamente, por uno mejor.
Ya avisó que no se puede limpiar en 2 meses, ni en todo un año, tanta basura acumulada. Y pidió tiempo y paciencia. Pero eso es mucho pedir.
Dice el vulgo que “escoba nueva barre bien”. Pero el éxito no está asegurado: depende de nuestra habilidad y nuestras ganas de barrer.