Por Darío Zarco |
Parece mentira: el Gobierno del Chaco festejó como La Tercera el descenso de 5 puntos en el porcentaje de chaqueños indigentes durante el segundo semestre de 2022: de 19,4 a 15,4. Es como celebrar una goleada humillante y eliminatoria sólo porque pudo haber sido peor.
Lo celebró a lo grande: conminó a los medios a encarar por ahí los títulos de los registros de pobreza e indigencia difundidos por el Indec. Y para no correr riesgos editoriales adjuntó una foto de un grupo de obreros bien comidos, posando con el gobernador Jorge Capitanich detrás.
Un funcionario que nadie conoce firmó las declaraciones. Dijo que la merma de la indigencia es producto de las políticas implementadas por el Gobierno provincial para proteger a los sectores más vulnerables y su incidencia en la creación de empleo.
Lo dijo obviando que ninguna “medida de protección” a los sectores más vulnerables supera la línea de indigencia; y que trabajar no alcanza para salir de la indigencia, muchos menos de la pobreza, como lo demuestran los recibos de docentes, policías y enfermeros, por citar segmentos claves como educación, seguridad y salud donde se supone que el Estado pone su mayor esfuerzo.
Evidentemente, esas políticas oficiales no impactaron en la pobreza, que siguió subiendo y terminó 2022 en el 54% en el Gran Resistencia. Pero así como lo bueno es gracias a la Provincia, lo malo es culpa de la Nación que no encuentra el pedal para frenar la inflación y de los empleadores privados que no pagan lo suficiente para superarla.
Además, el Gobierno cuestiona las mediciones. El mismo Capitanich culpa al Indec por encarar a los pobres que tienen más tiempo y paciencia para responder la encuesta, mientras la gente de clase media anda siempre apurada. Y así nos va.
Por eso no sabemos si ese 5% de gente que salió de la indigencia saltó alegre a la pobreza o murió de inanición, una hipótesis que no se puede descartar considerando que la línea de indigencia está definida por la canasta mínima de alimentos.
Como diría Capitanich: “la verdad” es que la indigencia bajó también en el resto del país, lo que le permite al Gran Resistencia mantenerse incólume en la punta de la tabla.
Ahora hay que repuntar la pobreza. En lugar de intentar infructuosamente taparla, deberíamos exponerla en todo su esplendor.
El Gran Resistencia sólo fue superado por Concordia, ciudad entrerriana con el 55,2% de sus 190 mil habitantes debajo de la línea de pobreza, aunque la indigencia es menor que la nuestra: 11,1. Pero el Gran Paraná, la capital de Entre Ríos y demás ciudades del área metropolitana, tiene 38,2 de pobreza y 6,5 de indigencia.
Definitivamente, capital vs. capital, al Gran Resistencia no hay con qué darle. Pero no tenemos techo: ¿qué ocurriría si el Indec relevara el interior del Chaco, donde pan, leche, carne, gas y todo cuesta el doble?
Adicto a los dibujos estadísticos, el Gobierno sufre el síndrome de abstinencia frente a los índices del Indec. Y en la desesperación apela a su último recurso: el artificio mediático. Prioriza llenarte la cabeza, la panza puede esperar.