

Por Darío Zarco |
Los que creían que el diputado nacional peronista Aldo Leiva era un pechito duro que se manejaba a los empellones, ahora lo confirmaron.
A vuelo de pájaro, se lo ve moverse por General San Martín como si fuera el patio de su casa, sin límites, y no admite que lo contradigan.
Este jueves atropelló la plaza del pueblo con su automóvil y revoleó una carpa de sus opositores políticos instalada en ese espacio público en el marco de la campaña proselitista del próximo 26 de octubre, como hacen todos, hasta él mismo.
Creía que nadie le diría pío, pero se equivocó. Entonces alegó que los militantes adversarios no contaban con el permiso municipal correspondiente, imponiéndose por la fuerza, erigiéndose por su cuenta en autoridad de aplicación para exigirlo y, en su defecto, proceder al desalojo.
Ya en ese momento supo que había metido la pata, pero no sabe admitir errores y, además, hacerlo sería un rasgo de debilidad que lo desacreditaría ante sus secuaces envalentonados que se recargan con sus pechazos.
Perdido el escalímetro de sus actitudes, no sólo ajenas sino contrarias a un hombre de la democracia, decidió arrasar con todo.
El atractivo del revuelo hizo que muchos decidieran grabarlo. Así vimos que fue tras el periodista Gerardo Galarza, del canal público Somos Uno, que había registrado la escena anterior, le manoteó el teléfono, se lo tiró al piso y lo pisoteó.
El periodista empujó a Leiva cuando éste ya estaba literalmente parado sobre el aparato presionándolo como apagando un pucho, con la obvia intención de destruirllo, y lo recuperó.
Con su teléfono dañado buscó tomar distancia de la escena pero fue inútil: la horda liderada por el diputado lo persiguió y lo llevó media cuadra a empujones hasta acorralarlo. Ahí, el propio Leiva intentó nuevamente quitarle el teléfono, una escena típica de robo piraña en la que se lució en primer plano.
Ante la prensa tanto local como nacional, Leiva negó todo y dijo que la víctima es él. Ergo: además de pechito duro es mentiroso.
Como diría Coqui: “La verdad es” que, autopercibido poronga, no admite que las cosas ocurran sin su autorización y, tradicionalmente, no podía permitir una movida política adversaria en su cara, más la visita del gobernador Leandro Zdero que viajó con 2 patrulleros 0km, lo que para él sería una tocada de culo.
En San Martín es vox pópuli y se admite con naturalidad que Aldo Leiva va y viene entre el Congreso y la Municipalidad, donde dicen que dejó a su hijo calentando silla, y últimamente ni eso.
Definitivamente, Leiva controla todo, menos su temperamento. Quedó clarito: en la precisa, sus propios impulsos lo dejaron con una mano atrás y otra adelante, a la vista de todos.






