Por Darío Zarco |
El senador entrerriano Edgardo Kueider, a quien casi la totalidad de los argentinos no tenía el gusto de conocer, fue tema central de la agenda política de la última semana: el tipo cayó en Paraguay con 200 mil dólares sin declarar; nada nuevo en el colador fronterizo.
Pero el hecho demuestra no sólo la falta de escrúpulos de nuestros funcionarios, sino fundamentalmente lo bajo que cayó la corrupción política, porque ir en cana por un vuelto, más que delictivo suena vergonzoso. Para salvar su honor, en vez de negar todo, tendría que reconocer que no era la primera vez y que ya perdió la cuenta de tanta guita fugada.
Una prueba de ello es la rapidez con la que se lo calificó como “valijero”. Una exageración, calculando que 200 mil dólares tienen el tamaño de 2 paquetes de yerba de medio.
Esto ni mueve la aguja de Los Bolsos de López, pero el episodio fue amplificado a medida de quien lo propalara: el presidente Javier Milei lo tachó de “kirchnerista” mientras la expresidente Cristina Fernández lo etiquetó como aliado de Milei.
Kueider cayó en pleno fracaso del debate de la Ley de Ficha Limpia impulsada por la oposición, una jeringa a la que el Gobierno le sacó olímpicamente el culo haciéndole la segunda al kirchnerismo de pedigrí que remixó su hit de la proscripción de Cristina.
Cristina cree que el senador es una mancha para el honorable Congreso de la Nación y debe ser eliminado. La misma Cristina que fue condenada por corrupción e inhabilitada para desempeñar cargos públicos como la vicepresidencia de la Nación que siguió desempeñando. A la que todavía le esperan varios banquillos, entre ellos el del juicio por el memorando con Irán, considerado un pacto de impunidad para encubrir los atentados terroristas a la Amia y la Embajada de Israel.
En una coreo con ella, el Presidente también se lava las manos y amenaza fumigar a las ratas del Senado.
Milei todavía no cayó por corrupción, pero es prematuro descartar hipótesis, sobre todo considerando que su modelo a seguir es el expresidente Carlos Menem, y que con ese norte ya calcó sus pasos que le hicieron más corto el camino hacia el corazón de Yuyito.
Paradójicamente, quién él considera el mayor prócer de la historia argentina, el más digno abanderado de la Patria, murió apoltronado en los fueros, cortesía del kirchnerismo, mientras la cárcel lo esperaba sentada en la puerta del Senado.
Parece mentira, pero para los nombres propios más encumbrados de la política nacional, a Kueider le cabe el mismo sambenito que a Juan Emilio Ameri, que dicho así no significa nada, pero si gugleamos “chupateta” descubriremos que tiene reservado un palco en nuestra historia política reciente.
Ergo: la impoluta casta se permite todo, menos chupar tetas por Zoom y acarrear canutos a Paraguay.