Por Darío Zarco |
Los chaqueños ya estamos curtidos, acostumbrados al modelo personalista y partidario de comunicación oficial: meras campañas de marketing que convierten al Gobierno en un adorno del gobernador de turno, su bijou.
Esa desinstitucionalización llegó hasta cambiar la imagen de la Provincia, la marca. Emblemas consagrados como el escudo y la bandera pasaron a segundo plano, o directamente al archivo.
Al cabo de 3 mandatos la propaganda centrípeta de Jorge Capitanich había engranado los ejes de la comunicación institucional y el electorado empalagado de él regurgitó en las urnas.
Leandro Zdero llegó a la gobernación montado en la promesa de recuperar los símbolos y valores de la institución. Y a pocos días de asumir adoptó como “logo” el mismo escudo del Chaco.
Pero tras cartón desensilló y volvió a poner el carro delante del caballo: remplazó el emblema oficial por otro digno de club deportivo, de cualquier club de cualquier deporte; de dudosa musa, con la naturaleza representada con colores artificiales, y la ambición desmedida de sintetizar con un mouse la esencia chaqueña.
Innecesario.
El gobierno de una provincia con 70% de pobreza no debería distraerse y dilapidar energía en cuestiones superfluas y además efímeras.
El restyling incluyó un detalle: como la Scaloneta bordó La Tercera a la insignia de la AFA en Qatar 2022, el radicalismo ganó en 2023 otra estrella y había que hacerla brillar.
La nueva cucarda se agrega a la corona del mascarón junto a las 2 cosechadas por Ángel Rozas con el primer gobierno radical en 1995 y su reelección de 1999, y la que consiguió Roy Nikisch en 2003.
Vano. Y alevoso.