Por Darío Zarco |
La Constitución Nacional dice que los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático, organizaciones necesarias para la política nacional.
Siguiendo ese precepto Cristina Fernández, desde su primera presidencia, desafió: “Si quieren tomar decisiones armen un partido y ganen las elecciones”.
Eso hizo, entre otros, Mauricio Macri, que de presidente de Boca había pasado a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y desde ahí saltó en 2015 a la Presidencia de la Nación derrotando en la segunda vuelta al candidato del Gobierno: Daniel Scioli.
Cristina, como dice el vulgo: “Pagó la boca”.
Macri llegó con la promesa de “pobreza cero”, eliminar la inflación y erradicar el kirchnerismo, pero no cumplió ninguna de las 3.
Lo mismo proponía su rival de UNA: Sergio Massa, que tenía un pasado kirchnerista reciente pero se había reciclado como opositor. Él también había formado un partido: el Frente Renovador, y aunque no ganó la elección, contribuyó a hacerlo.
Por eso, para el kirchnerismo, Massa era igual o peor que Macri.
En su debut presidencial, en el Foro Económico (justamente) Mundial de Davos, Macri lo presentó como “el futuro líder del PJ, el principal partido de la oposición”.
En 2019, para tumbar a Macri, Cristina lanzó a Alberto Fernández como carta de triunfo. Y triunfó, pero sólo electoralmente. Para sus mentores, su gestión es un sapo que no para de crecer.
A Massa, que ya había mutado hasta volverse aliado, le tocó Cámara de Diputados, adonde fueron a buscarlo para vestirlo de superministro de Economía, más por sus ambiciones personales que por su porte técnico en la materia.
Casi un año y medio después el balance no cierra: la inflación que en abril debía ser de 3 puntos, ya supera tranquilamente los 12, y la pobreza pasó el 40. Y el dólar que va, en el más accesible de los casos, se triplicó.
Aún así, 8 años después de las predicciones de Macri, Cristina catapultó a Massa, que ya no es el “massita” ninguneado de la militancia, ni el famoso panqueque, ni el cagador, vendepatria y traidor que Grabois juró no votar ni en pedo, ni el forro que Axel criticó por comparar sueldos de presos con jubilaciones mínimas, ni el fullero, hijo de puta al que ella misma mandó a “embocar”, sino nada más y nada menos que la garantía de continuidad del modelo nacional y popular, el único capaz de garantizar los derechos de los argentinos y las argentinas.
Pero aunque flote como la tabla de salvación del kirchnerismo, a simple vista es el mismo Massa de Davos bendecido por Macri, y ya anunció un “gobierno de unidad”.
Pero el menú de favoritos de los 40 años de democracia es más amplio.
Está Javier Milei, que también quería toma decisiones, armó su partido: La Libertad Avanza, y ya ganó las Paso de agosto. Quiere que Macri tenga un rol protagónico en su gobierno.
Y por el otro: Patricia Bullrich, candidata de Juntos por el Cambio, segunda en las Paso. Es la presidente del PRO, el partido creado por Macri a pedido de Cristina.