Después de cumplir con los pedidos de todas las cartitas mientras el dólar cruzaba la barrera de los 350 pesos sin despeinarse, Papá Noel quedó sin un peso para comprar su boleto de regreso a Laponia.
Además, está con lo puesto, lo que implica un abrigado traje rojo, picante de arriba abajo, típico del invierno del Ártico pero muy poco apropiado para el verano chaqueño.
Como los renos están comprendidos en la prohibición de tracción a sangre que rige en Resistencia, los tambeó en Puerto Vilelas pero cayeron en manos de una banda de cuatreros.
Extranjero por donde se lo mire, y sin contactos con los punteros de los gobiernos locales, ni siquiera pudo agarrar un bolsín navideño, por lo que tiene que amañarse como puede.
A la espera de una mano solidaria, está apostado en el semáforo de las avenidas Castelli y España, en el límite entre Resistencia y Barranqueras, vendiendo parasoles para ventanillas de autos, conservadoras para botellas de cerveza y cremas limpiatapizados, entre otros artículos de ocasión.
Su objetivo es volver a su lugar de origen al otro lado del mundo, lo que es carísimo, una fortuna, pero hizo números y más caro le sale quedarse acá.