
Por Darío Zarco |
“Chuparle la pija a Capitanich y a Peppo, a más no poder, y después el culo y otra vez la pija, y así alternativamente hasta que digan basta”. Ese era el nuevo plan del diario Primera Línea, donde empecé haciendo dibujitos y terminé como director periodístico.
Ya lo conté una vez, pero el 7 de junio a los periodistas se nos da por lo autorreferencial; además, como diría Mirtha: El público (y la pauta) se renueva.
Era el Día de los Inocentes, Capitanich había asumido como intendente de Resistencia y Peppo debutaba en la gobernación. Y el responsable del diario me corrió vista coloquial del nuevo norte: convertir la pesadilla del medio de comunicación en un soñado medio de facturación, a cualquier precio y a la mayor brevedad posible.
Juró que todos estaban excitados con la idea, y no veían la hora de empezar; excepto yo: el palo en la rueda que les impedía hacer la plancha en un mar de pauta oficial; y que hasta el sindicado de Prensa le había ofrecido sus entongues con el Gobierno para llegar hasta ahí.
Efectivamente, no entendía ni entiendo esa “sexualidad”, nunca me dio la concupiscencia, pero no cuestiono las preferencias ajenas. Además, sin caer en la poesía extremista de Copani: “,,,yo sólo lo hago cuando me enamoro”, caería por estafa si cobrara por sexo.
Mirando la mitad llena del vaso: ese día aprendí que no conocía nada de sexo oral, porque hasta ahí consideraba que vivíamos ensimismados satisfaciendo los bajos instintos del poder político de turno. Si lo hacíamos gratis, no podía imaginar de lo que seríamos capaces por pauta.
No sabía si la chupada era literal o en sentido figurado, pero preferí no correr riesgos y quedarme con la duda. Volví a la Redacción, cerré los Quebrachitos, corregí los últimos blanquitos casi siempre intrascendentes, controlé que esté todo copiado y pegado en su lugar, guardé mi computadora y me fui como un día más: sin saludar; nada personal, de puro informal nomás, o mal educado, o ambas cosas.
Nuestra Morena acababa de pasar a Salita de 3 y sabía que su papá “trabajaba con las noticias”, y aceptar la propuesta de ponerme la camiseta de la empresa hasta quedar completamente en bolas implicaba editar mi rubro en el Libro Viajero. En vez de mentirle le expliqué que a veces es mejor tener las manos vacías, que sucias; y que conseguir dinero puede ser difícil, pero no tanto como conseguir todo lo demás, por ejemplo: dignidad.
Y al otro día volví a la albañilería de la que había salido, donde estoy aún. A la vuelta de la obra ella observó el primer cambio: “Papá huele raro”. Y sí: se transpira más hombreando ladrillos a la siesta que chateando con aire acondicionado a toda hora.
Aunque el viuderío recién se anoticie, siempre hubo gente convencida de que el periodismo consiste en columpiarse de pija en pija, y cada vez hay más. Personalmente, prefiero hamacarme de otra forma. No coincido con esa sexualidad editorial, me llevo mejor con la pala.
Como periodista me putearon, amenazaron, apretaron, persiguieron, me balearon, nos quemaron el auto, nos reventaron varias veces la casa y nos robaron todo. No tenemos nada, ni miedo. Definitivamente no es negocio. Pero ni así adherí jamás al discurso del periodismo épico; épico es otra cosa, muchos colegas deberían guglearlo.
¿Por qué un periodista de los mejor remunerados (un obrero de la palabra, poéticamente hablando) cree estar un cuerpo de andamio arriba pero gana menos o mucho menos que un albañil? O, mejor y cruelmente dicho: ¿por qué un periodista caro es tan barato? La respuesta es obvia.
En aquel momento Morena ofreció su alcancía para pagar el jardín, preguntó por uno más barato y ofreció quedarse a dibujar en casa hasta que consigamos la plata. Todo eso fue necesario, y más. “Esos calzones grises son de papá pero ya no los usa porque están muy viejos”, concluyó, equivocadamente, claro: eran negros y no tenía otros. Parece mucho, pero primero, lo primero.
Cuando llegamos a la caja del almacén de Marín se tildó mirando la góndola de Polvorita, que le encantaban. Le dije que tomara un paquete, pero decidió que “mejor otro día”. Insistí y reaccionó: “Bueno, pero elegí vos porque yo no sé cuál es más barato”. Descubrí que mi límite son las Polvorita, y llevamos uno de cada color.
El overol me permite de vez en cuando ser HDP (Noticias), el medio más pequeño imposible, con un pie y medio en la insignificancia. Nació sin más aspiración que despuntar el vicio por el periodismo y algún otro. Jamás golpeó una puerta por pauta, va en sentido contrario: el correcto. Al poder hay que ejercerlo, sea el “cuarto poder” o el último.








