Capitanich NS/NC

El diputado provincial electo Jorge Capitanich, considera que la derrota del domingo fue un empate y estuvo muy cerca del triunfo.

Por Darío Zarco |

El 3 veces gobernador, senador, jefe de Gabinete, intendente, etcétera: Jorge Capitanich, llama “este muchachito” al gobernador Leandro Zdero, que hace un año y medio lo bajó del caballo en primera vuelta. Entonces, ¿qué queda para Julio Ferro, el funcionario de 40 años que encabeza la lista del frente oficialista Chaco Puede, que está dando su primer paso en la política?

Desde 2007 el nombre Jorge Capitanich se imprimió sin protesto en las boletas del PJ, incluso repetido, por las dudas. Su contrincante, en cambio, se calzará los guantes por primera vez el próximo 11 de mayo: un pinino, como mucho: supermosca, retando al campeón de peso completo de todos los tiempos.

Esta asimetría de David y Goliat, es lo que realmente preocupa a Capitanich. Ya se veía viril vapuleando en su regreso a algún paquete de renombre en retirada. Nunca se imaginó arriesgando todo frente a un amateur que no tiene nada que perder. No es un buen negocio. Y aunque su rincón lo manda al frente están esperando que caiga.

Grogui desde la última vez, sigue creyéndose dueño de un culo intocable, y mira al resto desde la cima del poder que apiló los últimos 20 años, pero está en el llano.

Con los humos del que se cree poronga, forreó al candidato oficialista llamándolo “Forro”, sobreactuando que no lo registra, que su radar está para cosas importantes. Pero acusó el golpe: al salir del debate definió como “hablemos sin saber” los cuestionamientos recibidos, y volvió a considerar “una falta de respeto” criticarlo. “Yo tengo una familia, un apellido…”, dijo para defender su honor. Debería saber que su rival también tiene familia, y que su apellido es “Ferro”.

Desde su atril Ferro le preguntó el porqué del descalabro en las cuentas del Instituto de Agricultura Familiar y Economía Popular, que terminó con funcionarios y jefes piqueteros aliados de su gobierno presos, acusados de corrupción. Y le endilgó la falta de controles: “¿Usted es incompetente o corrupto?”, le preguntó.

Capitanich debió abogar, políticamente hablando: “Ni una cosa ni la otra”, y dar su versión, si tuviera. O apelar al beneficio de la duda que aún le asiste. Pero hace rato perdió la cintura, y quedó sin palabras: “No voy a responder agravios”, dijo, dejando pasar la oportunidad de vindicarse o, simplemente, de lavarse otra vez las manos.

Hay que repetirle la pregunta

En una de esas rondas de cierre de campaña con los medios, era mi turno, pero como sabía que respondía siempre universalmente con monólogos interminables, propuse que entráramos todos de una vez. Aturdido con el autobombo, lo interrumpí para reformularle una pregunta: “Queremos saber si todo te salió 10 puntos o hubo algo muy difícil que te bajó el promedio a 9,80”. Todos rieron, hasta su prensero, menos él. Sin salida, reconoció que la epidemia de dengue, sobre todo en el sudoeste, lo sorprendido, que primero la relativizó y que cuando reaccionó ya era tarde. Eso fue título de portada.

Días atrás le preguntaron si asumirá como diputado provincial o su candidatura es testimonial. Tragó saliva y fingió ofenderse para no contestar.

Capitanich NS/NC.

En boca cerrada no entran moscas. Pero el que calla otorga.