Una joven potranca tuvo una muerte terrible en Quitilipi.
Un hombre se la había regalado a su hijo y todos los días, el chico y su madre, camino a la escuela, la ataban en inmediaciones de la cooperativa de Quitilipi para pastar. Y la retiraban al mediodía, al salir de clases.
El último martes repitieron la rutina pero al buscarla no estaba en el lugar acostumbrado.
La encontraron en su casa, había regresado sola y sin la cuerda.
Poco después, al regresar el padre del niño la notaron extraña, inquieta y como asustada, por lo que decidieron revisarla y descubrieron que tenía un palo en la vagina.
Evidentemente, alguien se lo había introducido pero, además, con la intención de dañarla salvajemente, ya que le produjeron gravísimas lesiones internas que le causaron un profuso sangrado.
Según relató la familia, el veterinario que la examinó dijo que los daños eran irreversibles y que su vida dependía de un milagro. Finalmente la yegüita murió, víctima del aberrante ataque.