El 18 de julio un Cessna 210 Turbo Centurión II capotara cuando maniobraba repleto de droga en un camino rural a 6 kilómetros del casco urbano de Avia Terai.
Dentro del avión la Policía encontró más de 324 kilos de cocaína de máxima pureza, presuntamente proveniente de Bolivia.
Al tratarse de un megaoperativo narco, rápidamente fueron convocadas la Justicia y las fuerzas federales y el juez federal de Presidencia Roque Sáenz Peña: Ricardo Mihanovich asumió la investigación.
La lógica dice que rápidamente debió rastrillarse la zona en busca de más droga y de los narcos que escaparon ayudados por sus contactos locales tras el siniestro.
Sin embargo, nada de eso pasó: recién una semana después un gendarme que estaba a cargo de la custodia de la aeronave que aún no había sido peritada, encontró otro bulto con 30 kilos de cocaína.
Pero el hallazgo no se dio en el marco de algún operativo específico, sino de pura casualidad. Ni siquiera en el marco de una mera caminata para estirar un poco las piernas por las inmediaciones.
Según consta en el expediente, el hombre sufrió una emergencia fisiológica: tuvo la imperiosa necesidad de acudir al baño y lo más parecido que encontró en ese ámbito solitario fue un montecito a unos 50 metros. Y fue hasta ahí a tranco largo.
Y cuando estaba haciendo “lo segundo” se topó con la droga. Ergo: el apuro del gendarme fue más efectivo que todas las medidas judiciales adoptadas durante una semana. De paso, se supo que ni siquiera se había dispuesto la instalación de un baño químico para los guardias.
Así lo confirmó la jueza federal de Resistencia: Zunilda Niremperger, que asumió la causa hace algunos días tras la declinación de Mihanovich.
A esa altura en Bolivia ya había 3 detenidos y al día siguiente detuvieron al dueño del avión y al piloto.